Quien piense que Dinamarca se reduce a Copenhague y sus casitas de colores, probablemente no haya oído hablar de Bornholm. Esta isla escondida en medio del mar Báltico parece flotar fuera del tiempo. Llegar hasta ella no es solo un viaje físico, es una desconexión mental, un regreso a lo esencial. A lo lento. A lo verdadero.

Nada más poner un pie en Bornholm, el silencio lo envuelve todo. No es un silencio incómodo, sino ese tipo de calma que uno agradece tras el ruido constante de las ciudades. Aquí no se viene a correr, ni a tachar monumentos de una lista. Aquí se viene a respirar despacio, a dejar que cuerpo y mente se sincronicen con el ritmo pausado del viento entre los árboles y las olas suaves del Báltico.

Al norte de la isla, sobre un acantilado que mira al horizonte, las ruinas del castillo de Hammershus siguen en pie. Lo que queda de sus muros de piedra medieval aún parece sostener historias de cruzados, nobles y traiciones. Es uno de esos lugares donde el tiempo se detiene y la imaginación vuela.

Sí, Dinamarca también tiene playas. Y qué playas. La de Dueodde es de esas que sorprenden: arena tan fina y blanca que parece harina, dunas que se mueven con el viento y aguas tranquilas de un azul claro y sereno. Un paisaje perfecto para perder la noción del tiempo.

Repartidas por la isla aparecen unas construcciones únicas: iglesias redondas del siglo XII, robustas y misteriosas, que servían tanto para rezar como para protegerse. Entrar en una de ellas es cruzar un umbral hacia otro tiempo.

Bornholm también se saborea. Los ahumaderos tradicionales impregnan el aire con el olor del arenque y el salmón, y en varios rincones de la isla, chefs jóvenes reinterpretan la cocina local con ingredientes frescos y de cercanía. Todo sabe más auténtico: el pan, la cerveza artesanal, el marisco.

Hay algo profundamente encantador en los pueblos de Bornholm. Gudhjem, por ejemplo, con sus casas color pastel y callejuelas empedradas que bajan hacia el puerto, parece una postal antigua. En sus talleres de vidrio soplado y cerámica, los artesanos trabajan con manos sabias y calma ancestral. Pasear por estos pueblos es como hojear un libro de viajes ilustrado.

Bornholm no es un destino turístico al uso. Es una experiencia sensorial, un remanso de paz para quienes buscan algo más que fotos bonitas. Es esa clase de lugares que no se olvidan fácilmente, porque más que visitarlo, uno lo vive. Y al irse, algo de esa isla silenciosa y brillante se queda pegado a la piel, como la sal del mar después de un baño tranquilo al atardecer.

Cómo llegar a Bornholm

Aunque no está conectada por tierra con el resto de Dinamarca, llegar a Bornholm es sencillo y bien organizado. Existen varias rutas que permiten acceder a la isla desde distintos puntos del país y del extranjero.

La forma más rápida es en avión. Hay vuelos diarios desde Copenhague al aeropuerto de Bornholm, en Rønne. El trayecto dura unos 40 minutos. Una vez allí, puedes moverte en coche, autobús o bicicleta, según el estilo de viaje que prefieras.

Otra opción muy utilizada es el ferry.

  • Desde Ystad (Suecia), salen ferris con frecuencia hacia Rønne. Puedes llegar a Ystad en tren desde Copenhague (con transbordo en Malmö) y embarcar desde allí.

  • El ferry tarda entre una hora y veinte minutos y dos horas y media, dependiendo del tipo de embarcación.

  • También hay una conexión nocturna desde Køge, al sur de Copenhague, que tarda unas cinco o seis horas.

  • En verano, es posible llegar desde Alemania, saliendo desde Sassnitz.

Si prefieres la combinación tren + ferry, es una alternativa cómoda y sostenible. Los trenes desde Copenhague a Ystad permiten llevar bicicletas, y la estación está justo al lado de la terminal marítima.

Para quienes aman viajar sobre dos ruedas, Bornholm es un auténtico paraíso cicloturista. La isla cuenta con una excelente red de carriles bici y señalización. Muchos viajeros optan por llevar la bicicleta en el ferry y recorrer Bornholm pedaleando entre bosques, campos y pueblos costeros.

Dónde alojarse en Bornholm

Bornholm ofrece una amplia variedad de alojamientos, para todos los gustos y presupuestos. Desde pequeños hoteles familiares y casas de huéspedes, hasta casas rurales rodeadas de campo o cabañas junto al mar.

  • Rønne, la ciudad principal, es una buena base si se busca comodidad y acceso a servicios, además de conexiones de transporte.

  • Gudhjem y Svaneke son perfectos para quienes buscan encanto costero, tranquilidad y cercanía a rutas de senderismo o ciclismo.

  • Para una experiencia más inmersiva en la naturaleza, hay campings muy bien equipados y alojamientos tipo glamping entre bosques y dunas.

  • Si prefieres algo con más carácter local, puedes reservar en antiguas granjas reconvertidas en hoteles rurales o apartamentos acogedores.

En temporada alta (verano y vacaciones escolares), se recomienda reservar con antelación, ya que la isla es muy apreciada por los propios daneses.

Mejor época para visitar Bornholm

Aunque se puede visitar en cualquier momento del año, la mejor temporada para descubrir Bornholm es entre mayo y septiembre.

  • Junio, julio y agosto son los meses más cálidos, ideales para disfrutar de la playa, paseos en bicicleta o terrazas frente al mar.

  • Mayo y septiembre ofrecen temperaturas agradables, menos afluencia de visitantes y una luz perfecta para la fotografía.

  • El otoño tiñe los bosques de colores intensos y es ideal para quienes buscan tranquilidad absoluta.

  • En invierno, Bornholm se transforma en un refugio silencioso, casi introspectivo, ideal para una escapada de calma y paisajes nevados, aunque algunas atracciones pueden estar cerradas.

Bornholm, en definitiva, no es un lugar que se encuentra por casualidad. Es un destino elegido con intención, que se saborea con calma y que deja huella. Un rincón del Báltico donde el tiempo se vuelve más humano.